10 de octubre de 2011

Karakuwa - Día 2

A las siete de la mañana ya estábamos todos en pie, listos para empezar de una vez con el trabajo. Un cup-noodles como desayuno (es lo más rápido de preparar) y a las ocho de la mañana todos al "punto de reunión", donde nos encontraríamos con algunos miembros de otra organización de voluntarios (la FIWC - Friends International Work Camp) y nos darían instrucciones sobre nuestro primer día de trabajo.

Repartido cada grupo en sus zonas de trabajo, mi grupo, el número 3 en el que estábamos todos los extranjeros (así era más fácil la comunicación entre nosotros al hablar inglés, porque no todos entendíamos bien el japonés), nos tocó limpiar una parcela entera en la que antes había una casa.


Al haber pasado ya seis meses, había mucha maleza que había crecido durante todo ese tiempo. Mientras tres personas se encargaban de cortar todas estas hierbas (de hasta medio metro), el resto empezamos a limpiar la parcela; primero todos los escombros de gran tamaño (maderas, restos de hormigón de la casa, tejas...) y luego restos más pequeños, como podían ser cristales, restos de tiestos, metales, etc. Todo bien clasificado para luego ser llevado, por otros voluntarios del propio pueblo, al vertedero temporal que se había establecido hacía unos meses.



Seis horas limpiando toda esa parcela y, aunque habíamos conseguido quitar muchos escombros, aún quedaba mucho por hacer. Pero el horario de trabajo "manual" lo limitaban hasta las tres de la tarde para todo el mundo, incluso sonaba una melodía por unos megáfonos instalados en un par de farolas que indicaban el fin de la jornada. Así que el resto del trabajo lo continuaríamos al día siguiente.


Ahora tocaba volver a la casa y apuntarse en la "lista de la ducha" rápidamente, que nos teníamos que duchar 27 personas... El primer día no me di cuenta y me apunté tarde; me tocó el puesto 21 y me tuve que duchar pasadas las diez de la noche (las luces las apagaban a las 23h).

A las cuatro de la tarde cada día venía un pequeño autocar para la gente que quisiera ir al supermercado o al konbini, luego tiempo libre hasta las siete de la tarde que tocaba la cena preparada por uno de los tres grupos (cada día nos turnábamos), y a las ocho una pequeña charla sobre cómo había ido el día.

Y ya estábamos listos para ir a descansar y seguir con el trabajo otro día más.

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